Sucediste
de repente. Así, sin buscarlo demasiado. Como las mejores (y las peores) cosas
de la vida, que vienen cuando menos te lo esperas. Jamás olvidaré aquel día: yo
estaba un poco nervioso; tú estabas un poco increíble. Llevabas puesta mi
sonrisa favorita, la de los sábados por la tarde, demasiado perfecta para ser
verdad. Parecía como si nadie en el cielo se enterase de que les faltaba un
ángel; porque aunque no tuvieses alas, siempre he creído que esos ojos no
podían ser de este mundo. ¿Qué más puedo decir? Me enamoré como un tonto, como
si nunca antes me hubiesen roto. Como cuando creía ciegamente en la palabra
"siempre" y escribía todas mis frases en primera persona del plural.
Pero entonces llegaste tú, disparaste sin pedir permiso, y empezamos a jugar a
ese tira y afloja, a ver quién de los dos se enamoraba primero. A ver quién era
el que empezaba antes a morir poco a poco por el otro. O a hacerlo muy deprisa
y lanzarse al vacío para no volver a morir desangrado. Es lo que tiene la
felicidad: no piensas en ella hasta que te das cuenta de que tienes algo que
perder. Entonces llegan las dudas, y es en ese momento cuando das el inevitable
primer paso hacia el precipicio. Y qué sencilla sería la vida si no tuviésemos
tanto miedo a lanzarnos por ellos sin mirar hacia abajo. Pero por desgracia,
como en todos los juegos en los que hay vencedores y vencidos, uno de los dos
ganó y el otro se quedó escribiendo por las noches, intentando volver a creer
en los finales felices.
Preciosooooo *.*
ResponderEliminarPor favoooooooor!!!!! Álex, escribe un libro!!! Te aseguro que arrinconarías a las dichosas "50 sombras de Grey" Eres increíble!!
ResponderEliminarMuchas gracias Paula, me alegro de que te guste tanto!! :D Hasta que no tenga más material ni me lo planteo, la verdad, pero en un futuro muuuuuuy lejano, quién sabe... gracias por leerme :)
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