sábado, 5 de octubre de 2013

No lo sé

No eres tú, soy yo. O igual si soy yo. Ya no lo sé. Solo sé que esta maldita cabeza se empeña en emborracharse de recuerdos, a pesar de que después de cada resaca promete no volver a mojarse los labios con ese peligroso cóctel que es tu recuerdo mezclado con las ganas de que vuelvas, me abraces, y me susurres al oído que no pasa nada, que todo está bien, que el mundo no está del revés. O de que no vuelvas nunca, y creer que nunca has existido y acabes siendo una mancha más de este mundo, que a veces se vuelve gris y lo estropea todo. No lo sé.

Ya ves, pequeña. Menudo caos. Aunque es un poco como mi vida. Huyendo de mis recuerdos, o mejor dicho, de tus recuerdos. Pero nunca puedo huir lo bastante lejos ni correr lo suficientemente rápido: al final, siempre me acaban alcanzando. Y entonces te odio, o me odio. No lo sé. Todo resulta muy confuso cada vez que me encierro en la habitación. Las paredes se vuelven enormes y el silencio se convierte en una forma preciosa de gritar. Y es genial, porque todo duele menos.

Entonces pido otra copa, a ver si me puedo ahogar en ella. Tal vez en el fondo pueda encontrar la esperanza que perdí en ese invierno, el cual parece que nunca termina de irse. O quizás encuentre uno de esos cientos de pequeños trozos que desaparecieron después de romperme tantas veces. Pero al fin y al cabo, ¿acaso ambas cosas no son lo mismo? 

Yo, la verdad, no lo sé.

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