No sé
si de verdad, muy de vez en cuando, es cierto que aún me buscas, o soy yo que
vivo demasiado obsesionado en encontrarte más allá de mis recuerdos. Es una
odiosa paranoia; una frustración constante que me persigue como una sombra alargada.
Algo así como: "maldita sea, te juro que intento olvidarte, pero cada vez
que suena esa canción en la radio vuelvo a derrumbarme". ¿No lo entiendes,
pequeña? “we used to stick together, we wrote our names
in blood…but now, we’re not the same”. La verdad es que hace mucho que ya no somos los
mismos. Probablemente ni siquiera uses el mismo perfume, ese que tanto me
gustaba. ¿Y sabes qué? A pesar de todo, no hay día que no desee encontrarte al doblar alguna
esquina, para que la vida vuelva a juntarnos y, de alguna manera, volver a ser
algo, Dios sabe qué. Tal vez solo dos personas que puedan compartir algo tan
simple como un café o una buena conversación, como esas que nunca tuvimos
cuando estábamos ocupados en arreglar algo que se caía por su propio peso.
Y
decidme: ¿merece la pena seguir muriendo por ella? Creo que nunca obtendré una
respuesta. Las respuestas no siempre llegan cuando uno las necesita, y a veces
la única respuesta posible es quedarse esperando, si es que el tiempo no acaba
antes con nosotros. Así que si por alguna remota casualidad alguna vez me
leyeses, esto no es más que otra carta de socorro. Es muy sencillo: los dos
sabemos que solo tú puedes salvarme de nuevo. No me odies por ello, ya me
encargo yo de eso todas las noches.
Ya lo sabes: si
todavía soy, por lo menos, un pequeño recuerdo difuso que aparece de vez en
cuando en alguno de tus sueños, llámame. Sigo al otro lado del teléfono. Después de esperarte toda una vida, unos pocos meses más no me parecen gran cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario