Te fuiste, pero nunca has dejado de estar. Te olvidé, pero nunca
dejé de recordarte. Así es un poco mi vida: cosas a medias, piezas que no
encajan, cartas dirigidas a nadie. Palabras y frases sueltas que ya no
significan nada, porque esa luz que daba sentido a todo cada día es más débil.
Que tal vez me perdí por el camino solo para ver si alguien me encontraba, pero
las calles siguen siendo extrañas, vacías y dolorosamente silenciosas. Y cada
día anochece más temprano y aumentan las ganas de ahogarse por dentro, en
silencio.
Y seremos, de nuevo, invierno en nuestros ojos. Esperanzas escarchadas
que pintarán las cicatrices del color gris de las nubes. Sueños rotos que lloverán
en alguna tarde de domingo. Que hay luz al final del túnel, pero más allá solo
hay más y más túnel. La vida no entiende de monotonías ni de sueños que duermen
bajo tierra. Demasiadas preguntas que flotan, y tal vez la respuesta no esté en
el viento, después de todo. Tal vez alguien, allí afuera, realmente nos espera
para dejarle que nos salve. A veces de tanto mirar a lo lejos se nos escapa la
verdadera felicidad que se esconde delante de nuestras narices. No pedimos
ayuda: solo necesitamos que alguien pueda detenerse para comprender lo que nos
pasa.
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