lunes, 30 de septiembre de 2013

Cicatrices

-Hola.
-¡Hola, cuánto tiempo! ¿Qué es de tu vida?
-Todo un poco como siempre. Aunque cada día sale el sol, siempre acaba nublándose.
-¿Por qué dices eso?
-Porque aunque nos prometimos mirar hacia delante, no paramos de echar la vista atrás.
-Eso no es cierto.
-Si que lo es. Y ese es el problema, que cada vez que nuestras miradas se cruzan en el pasado, donde antes hubo complicidad, sueños y promesas vacías, ahora solo hay un muro de ignorancia, indiferencia y olvido. Y el olvido es frío, y el invierno demasiado largo. 
-Has bebido.
-Llevo mucho tiempo sin beber.
-No te creo.
-Estoy borracho. Pero de recuerdos.
-Siempre haciéndote la víctima.
-No es compasión lo que quiero. Tampoco condescendencia. Solo quiero que la vida sea un poco más justa.
-Sigo sin entenderte.
-Mira, las cicatrices son para siempre. Pueden ser más o menos bonitas, pero cada una lleva un recuerdo dentro. Una experiencia que te recuerda dónde y cómo te la hiciste, y al mismo tiempo, es una advertencia para no tropezar de nuevo con la misma piedra. Y aunque yo he aprendido a ignorarla y a lucirla con orgullo, a veces sangra y lo deja todo hecho un asco.
-Me estás amargando la noche. Lo que pasó entre nosotros fue precioso, pero ya no queda nada. Deja que pase el tiempo y serás más feliz.
-Ya soy feliz. Mi día a día me hace feliz. Vencer mis pequeñas metas.
-Pues no lo parece.
-Es lo que tiene la vida: te permite encerrar la tristeza entre cuatro paredes mientras te vistes con una sonrisa. En cambio, la felicidad necesita ser compartida. Gritada a los cuatro vientos. Si no, se enquista y se pudre. O simplemente coge polvo en una estantería, en forma de copa vacía.
-Ya es muy tarde. Mejor hablamos de esto en otro momento. Buenas noches.
-Buenas noches. ¿Volveremos a hablar algún día? Me refiero en persona... WhatsApp me parece un poco frío desde que nadie me desea las buenas noches.
-Quizás.
-Entiendo. Que duermas bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario